Porqué no llegar a Elizondo por la carretera NA 1210?, “una de las vías más hermosas por las que se podía conducir en Navarra. Rodeada de un bosque verde y bucólico, la luz del sol se filtraba entre las ramas más altas creando hace luminosos que llegaban hasta el suelo”. Dolores Redondo (Trilogia del Baztan).

Elizondo. Ajuntament
“La gran mayoría de las casas al igual que del resto del valle, eran edificios que se amoldan al clima húmedo y lluvioso del lugar, de planta cuadrada o rectangular, con tres o cuatro plantas y tejado pluvial cubierto con tejas y gran alero, el cual delimita el fuero de la casa y servía a los viadantes mas avezados, como ella misma, de pobre refugio de la lluvia”. El pueblo, de unos 3.000 habitantes, ha ido creciendo a lo largo del río, la arteria principal. El río Baztán se llamaba así solo hasta Oronoz-Mugaire y a partir de Donesteta, es el Bidasoa. “Asomada a la barandilla observó el salto de agua que venía crecido tras la descarga de agua en Erratzu, en la cabecera del río, y que había arrasado sus orillas hasta su desembocadura en Hondarribia”.
Localizamos la piedra en la plaza del Ayuntamiento y la tocamos. “Se acercó al ayuntamiento, un noble edificio de finales del siglo XVII que a Juan de Arozamena, un famoso cantero de Elizondo, le llevó dos años construir… en la parte inferior izquierda de la fachada, una piedra llamada botil harri que servía para el juego de la pelota, en su modalidad de guante conocido como laxoa.” (El guardián Invisible). “Pasó una mano por la botil harri, la piedra que simbolizaba el pasado de Elizondo y que dotaba de fuerza al que la tocaba, un gesto que incluso a ella, que despreciaba la superstición, la reconfortaba”. En el lado opuesto, el Casino.”Fueron necesarias tres rondas de cervezas y unos calamares en el bar del Casino para que Montes pareciese lo suficientemente relajado”. De nuevo en la piedra, vemos el Palacio Arizkunenea, de fachada barroca, con dos cuerpos laterales salientes y “…restos de antiguas lápidas funerarias discoidales expuestas en el patio”.
Cerca, Hospitalenea, antiguo hospital de peregrinos: “Montes regresó al lugar donde se había asomado a ver el río… el agua le chorreaba por los ojos dificultándole la visión… el resplandor oscilaba como suele hacerlo cuando la luz proviene de una vela… echó a correr hasta doblar la esquina del palacio Arizkunenea… Joder, claro, de ahí obtuvieron las herramientas médicas!”. Lo vió desde la parte de atrás: “Aparcó junto a la fuente de las lamias y, cubriéndose la cabeza con la capucha del abrigo, trapasó el pequeño arco que separaba la plaza de la c/Pedro Axular”… “se dirigieron hasta la barandilla, como atraídos por un imán, en el lugar conde se curva el río… desde aquel punto en que las fachadas traseras de las casas se reflejan en la superficie espejada, como otro mundo húmedo y paralelo atrapado bajo las aguas, que en aquel remanso aparecían engañosamente quietas”.
Allí está el restaurante Santxotena, el preferido de James, su marido. “Santxotena era muy acogedor… comenzaba en el exterior con las ventanas, que como en la casita de un cuento, lucían portillos pintados jardineras plagadas de colores todas las épocas del año… Ellos siempre pedían una mesa junto a la cocina, que estaba abierta al comedor, con lo que podían observar el ordenado trajín de tres generaciones de mujeres que se movían por la estancia sin molestarse, como si hubieran ensayado mil veces una coreografía de corte victoriano refrendada por los impolutos delantales blancos que llevaban sobre el uniforme negro… Algunos comensales rezagados se acodaron en la barandilla para hacerse fotos.” Continuando por la orilla río arriba, llegamos al puente de Giltxaurdi, donde vemos algunos patos. “Atravesó el puente de Giltxaurdi y condujo hasta el antiguo mercado”.
Las dos calles más nombradas en la parte meridional son Santiago “la causante de la expansión urbana de la localidad, con la construcción de la carretera de Pamplona a Francia a comienzos del s XX”, que atraviesa el pueblo, paralela a c/Jaime Urrutia, per donde entramos desde la plaza de los Fueros. Justo allí un rótulo indica hasta donde llegaron las aguas en las inundaciones.”Aún puede verse una placa commemorativa en la casa de la Serora, la mujer que se ocupaba de la iglesia y de la rectoría, que indicaba el lugar hasta el que llegaron las aguas desbordadas el 2-6-1913”. Desde los pueblos de más arriba empezaron a tocar las campanas para avisar del peligro; así, cada pueblo hacía lo mismo para avisar a los de más abajo “A su mente acudió la imagen recreada del sagrario flotando calle abajo junto a los cadáveres del ganado”. En la c/Jaime Urrutia, núm. 27 hay un pasaje oscuro que comunica con la c/Santiago, pero si la puerta está cerrada, piensas que es una casa normal; nosotras fuimos con una mujer que sabe todos los secretos, abrió y dentro encontramos unas vecinas conocidas que viven justo allí. La belena “unía, junto con otros ya desaparecidos, las casas con los campos, cuadras y huertas posteriores, desaparecidos tras la construcción de la carretera actual”.
La calle continua: “Atravesó el puente y subió a la c/Jaime Urrutia desierta por la lluvia, y en la que sólo se veía a alguna persona bajo los gorapes, la zona porticada en la que había un par de bares, de los que escapaban, cuando abrían las puertas, calor y música”. Justo delante está la biblioteca y un antiguo molino “reedificado a finales del XIX y reconvertido en central elèctrica a mediados del s XX… bajó hacia la plaza de Javier Ziga, penetró en el puente y se detuvo en el centro”. El puente de Muniartea conduce a la parte septentrional de Elizondo. “La ruedas de su coche traquetearon en el empedrado del puente y el rumor de la presa de Txokoto la recibió con su canción eterna de agua viva”. Des de la baranda la vemos: “Descendió hacia Muniartea dejando que el rumor atronador de la presa rompiera la quietud, y quitándose un guante apoyó la mano en la piedra helada, donde estaba labrado el nombre del puente: Muniartea”… Justo en la otra orilla del puente, el bar Txokoto. La terraza está llena de gente sentada de cara al sol. En la esquina, entre sombras, el Hostal Trinkete-Antxitonea. “Al pasar junto a la puerta del Trinkete vio que aún había luz en el interior, aunque el bar se veía vacío y parecía cerrado; seguramente un par de parejas jugaban a pala en el frontón. La afición en Baztán no decaía y las nuevas generaciones parecían seguir la tradición…”
Giramos hacia la izquierda, la antigua calle del sol, porque las fachadas dan al sur, ahora c/ Braulio Iriarte, en honor a un ciudadano que hizo las américas. “Regresó, financió un frontón, una casa de la Caridad y algunas otras obras”. Por aquí antes de llegar a la Oficina de Turismo encontramos una casa con un gran portal, donde situa el hogar de tía Engrasi. El portal de piedra y los dos bancos que hay son de una sola pieza. “Aparcó frente al arco que distinguía el portal empedrado de la casa de Engrasi… se sentó en uno de los bancos de piedra de la entrada para quitarse las botas… Bajo el arco que daba acceso a la casa, se sacudió el agua que llevaba prendida en la ropa y entró”. En el suelo hay fechas de diferentes años. Algunos quieren ver las fechas de nacimiento de niños de muerte blanca: “Los niños muertos sin bautizar en Baztán se enterraban en el itxusuria, el corredor de las almas, el espacio del suelo que delimitaba el tejado de la casa donde goteaba el alero definientod una línea entre lo de dentro y lo de fueras de la casa”… “Este es el modo en que sus madres los honraban, dejándolos en su hogar como centinelas que guardaban la casa”.

Elizondo. C/Braulio Iriarte Portal casa “tia Engrasi”
Regresamos y continuamos por la misma c/ “… mientras se internaba por Txokoto… la luz naranja de las farolas iluminaba apenas las esquinas donde estaban ubicadas, derramando su influencia en pequeños círculos que casi no se tocaban, lo que confería a Txokoto un aspecto muy parecido al que debió de tener en la época medieval”. “Al llegar frente al Trinkete giró a la derecha para ir al único lugar donde en aquel momento podría estar sola” hasta llegar al obrador de la pastelería, en la esquina con un callejón sin salida. ”Poco a poco, llevada por la corriente de aquel otro río que fluía en su interior, fue penetrando en la que fuera calle del Sol hacia Txokoto, hasta llegar de nuevo a la puerta del obrador. Sacó una mano del bolsillo de su plumífero y la apoyó sobre la cerradura helada. Inclinó la cabeza hasta tocar con la frente la áspera madera de la puerta y comenzó a llorar en silencio.”
Continuamos hacia la Comisaría de la Policía Foral, donde trabaja Amaia. “La nueva comisaría había adoptado la modernidad en su diseño, huyendo de la arquitectura común en todo el pueblo y en el resto del valle. Sus muros de piedra blanquecina y los gruesos cristales repartidos en dos plantas rectangulares en las que la segunda sobresalía sobre la primera formando un escalón invertido que le daba cierto aire de portaaviones, caracterizaban un edificio realment singular”… Pero también dice: “La Comisaría de Elizondo no podía resultar más incongruente con la arquitectura del valle. Con sus modernas líneas rectas, más que desentornar, parecía un extraño artilugio olvidado por alguien de otro mundo”.
Bajando, vemos un espacio amplio detrás del Hostal Trinkete, donde se situa la casa donde nació y enterraron a su melliza. “Juanitaenea, estaba detrás del hostal Trinkete en una zona plana de tierra oscura”… “casa solitaria de piedra oscura por el tiempo, los líquenes y la lluvia reciente, que parecía haber penetrado en la fachada tornándola de un color semejante a una galleta… El caserío estaba rodeado de terreno por todos sus lados. En la parte trasera se veía un grupo de viejos robles y hayas y un sauce llorón que Amaia ya recordaba soberbio desde su infancia”.
De nuevo en la c/Santiago, entramos en la pastelería Malkorra, alter ego de la pasteleria familiar de la novela, un sitio acogedor envuelto en olores de café y chocolate (urrakin egiña) y también de txantxigorris, un pastel típico hecho con manteca, harina, huevos, azúcar, levadura y chicharrones fritos. “Jonan, que lo metan en una bolsa y, por favor -dijo Amaia dirigiéndose a todos-, lo del pastel que no salga de aquí, de momento esta información es reservada”.
Continuando, llegamos a iglesia de Santiago, con fachada monumental y dos torres, pero no es la original, que se encontraba al lado del río y se la llevó la inundación. “En la zona donde vive la tía de la inspectora nunca se sale, sólo por aquí, es la curva del río lo que causa los desbordamientos, y la presa a Txokoto no ayuda… Se construyó como la mayoría para obtener energía eléctrica, uno de los primeros edificios que hay al otro extremo de la c/Jaime Urrutia frente a los gorapes es el antiguo molino del Elizondo reedificado en el s XIX y reconstruída como central eléctrica amediados del XX. Si se fija verá que al otro lado hay construido un remonte para peces; se habló de destruir la presa y dejar que el río bajase sin contenciones pero los veicnos no quieren ni oir hablar de esto”. Por esto Redondo dice: “Los elizondarras se habían mantenido firmes en aquel codo del río, que les habrá dado y quitado todo”. La retranquearon más arriba, donde ahora está; aprovecharon una torre pero tuvieron que hacer la otra, que financió Braulio Iriarte, por esto hay un gran dibujo de una espiga de cebada y una corona (Iriarte era el magnate de la cerveza mexicana Coronita).
Subimos al cementerio, en el barrio de Anzaborda, en la parte alta “aunque llamar barrio a los tres caseríos que se divisaban desde la puerta del camposant era bastante pretencioso. El cementerio original se encontraba, como era tradición, rodeando la iglesia, que entonces estava junto al ayuntamiento en la plaza del pueblo, hasta que fue trasladada piedra a piedra y reconstruida en el lugar que ocupa actualmente. Lo mismo se hizo con el cementerio, que se trasladó al camino de los Alduides”. Es vigilia de Todos los Santos y está lleno de gente y flores, todo sol y color. “En la puerta del cementerio presidía una calavera que vigilaba desde sus cuencas vacías a los visitantes”. Al entrar, vemos dos elementos naturales, presentes en los cementerios de la zona:“Havía un solo ciprés justo a la derecha de la entrada, un poco más allá un sauce llorón y al otro extremo un haya. Un crucero se alzaba majestuoso justo en el centro del camposanto. Cuatro caminos enlosados dividían el cementerio en cuatro cuartos perfectos en los que se distribuïan las sepulturas”.
La mayoría son tumbas en el suelo, en perpendicular, pero enseguida sorprende la posición de una tumba grande a la izquierda del crucero central, de una família masona, que quiso darle un ángulo especial. Entonces, cuando murió el cura Mauricio Berecoechea en 1933, quisieron “equilibrar la maldat de la forma” e hicieron lo mismo en el otro lado. Llegamos a la tumba de la família con la escultura del ángel “sobre el panteón reposaba un ángel que, indolente y con gesto aburrido, ajeno al dolor de los humanos…” Alguien le ha puesto un clavel blanco. Nos contaban que la família propietaria está un poco cansada porque muchos lectores han convertido esta tumba real en la de la família de la protagonista del libro y lo viven como una usurpación. Algunas tumbas tienen estelas helicoidales y otras círculos con dibujos sobre la vida del difunto (profesión, aficiones, viajes…).
Vemos la tumba del pintor Jabier Ziga, (1878-1960) y nos fijamos de forma especial en el enorme panteón que inspiró a Redondo para explicar la búsqueda de los restos de las muertes de cuna aunque lo sitúa en otro cementerio. “Sobre la cabecera, una estela discoidal con su característica línea antropomórfica… La cabecera del panteón se apoyaba en un murete de media altura…” Ya en la puerta, alzando la mirada, vemos en la parte alta izquierda del cerro, el caserío donde situa la vivienda de la família de Víctor, el marido de Flora “en el camino de los Alduides, es el tercer caserío pasado el cementerio”. Continuando la carretera llegamos al molino de Berro, zona en la que se situa la persecución y búsqueda de Rosario, madre de Amaia, que desaparece en el río.
Para acabar, nos vamos “por la carretera desde Elizondo hacia Oronoz-Mugaire y tomó el desvío a Orabidea, uno de los lugares menos transitados del valle”. Un cartel indica Infernuko Errota (Molino del Infierno). “… se topó con una manada de hermosas pottokas, los caballos y yeguas que pastan libres por Baztán”. En este espacio Redondo situa las casas de la gente relacionada con las muertes de niños. “A unos 15 km por aquella carretera se llegaba hasta Etxebertzeko Borda y desde allí se partía el camino, que sólo podía hacerse a pie o montada sobre lomos de un burro. Construído sobre tres troncos que cruzaban el río y con paredes de madera, en los tiempos de racionamiento las gentes de Baztan llegaban hasta allí durante la noche con sus burros cargados de grano para molerlo clandestinamente y obtener la harina con la que alimentar a sus familias. La belleza bucólica del camino debía ser pura incertidumbre y peligro al anochecer, cuando caminar en la oscura noche de Baztán guiando un animal por aquellos senderos estrechos y resbaladizos debido a la humedad del río y llegar hasta el molino resultaría un auténtico descenso a los infiernos. Seguramente por esto se había ganado el nombre de Molino del Infierno”.

Mirador Bagordi. Elizondo. Foto:gloriacondal
Y describe donde vive aquella gente misteriosa: “La casa es un viejo caserío destartalado, las paredes de color galleta y el tejado oscuro… Está en la carretera de Orabidea, en medio de una única pradera plana que debe de haber en toda la región, no hay árboles, nada crece a su alrededor, resulta invisible desde arriba… surge de pronto ante los ojos cuando se tuerce el camino”… “La casa, de tejado rojo a dos aguas, no podía tener más de 10 años, y mostraba en su parte delantera unas amplias ventanas, un porche de madera y una mesa para 10 comensales… protegido por un antiguo muro cubierto de vegetación. Era Argi Geltz (Luz negra)”. No muy lejos, otro caserío: “Un cartel tallado en madera señalaba el nombre de la finca: Lau Haizeta (Cuatro Vientos)”. Allá, una buena mujer le cuenta muchas cosas. Llegamos al mirador de Bagordi desde donde vemos Lekaroz, Irurita… y Elizondo, con el cementerio y el camino de los Alduides. A nuestra derecha el Hostal Baztan, con la “… plazoleta que hacía de párquing donde resultaban incongruentes las mesas y sillas de plástico amarillo, dando a la fachada un colorista tono tropical más propio de un hotel playero mexicano que de un establecimiento de montaña”.
Cerramos el círculo.
Mas información: https://gloriacondal.com/2015/10/27/trilogia-del-baztan/